Pues aquí la tienen, una de las mentiras más grandes que mueve nuestro deporte día tras día, y con la que muchos gurús y entrenadores han conseguido ganarse la vida, mucho más aún en esta época de las redes sociales.
Tras dedicar toda mi vida al bodybuilding he visto pasar por él a muchas personas, algunos una pequeña temporada de su vida y otros siguen ahí peleando con su físico día tras día, y esta frase que da título a mi artículo de hoy creo habérsela oído a la mayoría de ellos en alguna ocasión.

Quizás hoy, que me enfrentaba al síndrome de la hoja en blanco antes de arrancar a escribir, me apetecía decir algunas verdades que quizás no sea otra cosa que tirar piedras sobre mi propio tejado, pero no hace mucho tiempo decidí vivir con la verdad por delante y nunca se me dio bien vender humo a ningún joven que se acerque a mí, buscando un consejo importante.
Siempre que me enfrento a este tema en alguno de mis cursos o seminarios les explico la misma anécdota que demuestra lo absurdo de esa frase.
Desde pequeño me gustó el baloncesto, fui un gran admirador de la época dorada de los Lakers y los duelos entre los de Chicago y los de los Ángeles en la década de los 80’s, eran quizás más importantes que los Barça-Madrid del fútbol actual. Además siempre consideré a Michael Jordan como uno de los deportistas más importantes que ha dado la historia mundial del deporte.
Y entonces se preguntarán mis lectores, ¿por qué no te dedicaste al “básquet”, Marcos?.
Quién me conoce personalmente sabe cuál es la respuesta, obvia, es que no llego al metro setenta. En un deporte donde una de las cualidades físicas más fundamentales es la altura física, alguien que carece de ella lo tendrá muy difícil para destacar, motivo por el que decidí emprender mi actividad deportiva por otros caminos.
Pues ahora es donde me toca explicar entonces porqué pienso que eso de luchar contra la genética es una pérdida de tiempo, es un riesgo innecesario y supone entre otras cosas poner nuestra salud en peligro.
El bodybuilding está de moda, y como cualquier moda atrae a los practicantes de una forma masiva. Nuevas categorías permiten acceder a deportistas con poco desarrollo muscular y la industria y las redes sociales permiten a esos deportistas acabar siendo referentes mediáticos de las nuevas modalidades, convirtiéndose en influencers del sector, algo que atrae mucho a los jóvenes que se inician y que quieren imitar ese camino.
Pero realmente, ¿está tu cuerpo y todos tus marcadores genéticos preparados para asumir una vida tan exigente como lo que supone dedicarse de manera seria al bodybuilding?.
Y hablo de genética en muchos aspectos, y voy a relatar solo algunas características genéticas fundamentales para enfrentarse a una vida dedicada a este deporte.

- Estructura ósea. Algo que no podemos entrenar y que dará a nuestro cuerpo unas proporciones físicas básicas, armonía entre tren superior e inferior, longitud de las extremidades, ancho de la cadera, amplitud clavicular. Todo esto nos dará una imagen directa, algo realmente básico para desarrollar un físico agradable y competitivo.
- Salud física. Poseer una salud de hierro nos permitirá centrarnos en una vida dedicada al deporte. Evidentemente la genética es un factor fundamental en la salud y en nuestros genes tenemos marcados los momentos en los que vamos a desarrollar una enfermedad limitante a lo largo de nuestra vida.
- Salud mental. Indudablemente tener una estabilidad mental que nos permita focalizar todo nuestro día a día a favor del deporte, también vendrá determinada por ese factor genético limitante.
- Capacidad de asimilación de nutrientes, capacidad para descansar y recuperar, composición de los tejidos musculares, etc… Son también factores a tener en cuenta.
Todos esos factores podrán determinar lo lejos que llegaremos en el deporte del bodybuilding, y es algo que todo deportista debe asumir y asimilar sin mentirse a sí mismo. Con la objetividad de nuestra propia genética seremos capaces de valorar cualquier pequeño avance y éxito logrado en el deporte por muy pequeño que sea.
Como conclusión, quiero afirmar que en el bodybuilding, como en cualquier deporte o en cualquier faceta de nuestra vida, tenemos que aprender a “LUCHAR A FAVOR DE NUESTRA GENÉTICA”.
Y aunque pueda resultar una reflexión injustificada con un cariz “nazi”, lo ideal sería que pudiéramos desde niños definir para qué actividad deportiva estamos diseñados genéticamente y desarrollar nuestra carrera deportiva por ese camino.
Ahora bien, permítanme para acabar mi artículo, contradecirme a mí mismo y es que aun midiendo menos de 170 cm, me lo pasaba muy bien jugando al básquet. Y eso es algo que no hay que negarle a ningún niño, divertirse y disfrutar del deporte que le guste sin limitaciones.
¿Seguirás creyendo ahora, tras leerme, esas promociones que ves en las redes sociales de grandes atletas con un “after/before” asegurando que todo es fruto de la lucha contra la genética? ¿No sería ideal hacerlo a favor de la misma realmente?