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TODO LO DEMÁS SE OXIDA

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Con esta frase suelo acabar mis reflexiones semanales hacia mis competidores en las últimas semanas previas a los compromisos deportivos de cada uno.  Y representa, de algún modo, la importancia que tiene el proceso de preparación de una competición a nivel mental por un atleta.

Uno de los errores que más cometen la mayoría de entrenadores es la de descuidar lo más importante del cuerpo de un atleta, su cabeza. El aspecto psicológico a la hora de afrontar una preparación, en nuestro deporte, cobra un cariz mucho más relevante que cualquier otro.

Trabajar durante la preparación con nuestros atletas a nivel psicológico es tan importante como sacarles una repetición más. 

El éxito o el fracaso deportivo, al final no se medirá por una medalla colgada del cuello sino por un conjunto de sensaciones que el atleta ha ido acumulando a lo largo del proceso. 

Al margen del resultado competitivo, el atleta acabará la competición y colocará involuntariamente en una balanza todos los aspectos positivos de la preparación y los negativos, y será la balanza la que determine si la experiencia ha sido lo suficientemente satisfactoria para afirmar que ha valido la pena y no abandonar su carrera deportiva que se está iniciando aún.

Pensar que por diez o quince minutos que estemos en el escenario a expensas de lo que el jurado decida sobre nuestro físico, vamos a valorar meses y meses de dieta estricta, entrenamientos duros, ausencia en muchos actos sociales, problemas de relaciones personales etc… que a veces sin quererlo la rigurosidad de la preparación nos lleva a cometer esos errores imperdonables, de los que nos arrepentiremos posteriormente.

De ahí que yo trasmita a mis competidores, que una medalla colgada en nuestra vitrina o un trofeo de latón, que dice que somos campeones de aquí o de allá, son cosas que con el tiempo se oxidan, se estropean y acabarán o en el baúl del trastero o directamente en el camión de la basura. 

Pero hay recuerdos,  vivencias y experiencias personales en el transcurso de la preparación, desde el inicio de las dietas, los entrenos, la jornada completa de la competición, la celebración posterior, las amistades que se crean, los contactos que se consiguen, las fotos que nos tomamos, tantas y tantas cosas que recordar y que valorar que no se oxidarán más en nuestra mente.

Como preparador intento que el atleta asuma que todo el proceso hay que vivirlo con ilusión, sin crear falsas experanzas disfrutando de los cambios, del progreso, pero no vendiendo el alma al diablo por una medalla. 

Si conseguimos que el proceso sea positivo, agradable, llevadero, conseguiremos llegar a la competición con una energía positiva que se mostrará también en nuestro físico y proyectaremos esas buenas vibraciones que los jueces también captarán.

Y yo, que he sido juez internacional durante años, les aseguro que un juez capta que competidor está disfrutando de la experiencia y cual no, y de una manera involuntaria nuestros ojos como jueces se irán hacia aquel que está disfrutando de la competición, que no deja de ser algo más que la terminación de un proceso y la manera positiva en la que ha sido capaz de llevarla.

Así que si estás planteándote iniciarte en el mundo de la competición, piensa en vivir todo el proceso con toda la intensidad posible, desde el primer entrenamiento hasta la llegada de la “peak week” y por supuesto el día de la competición. Porque todos esos recuerdos que se grabarán se quedarán para siempre a tu lado, y todo lo demás que muchos ansían, todo lo demás, se oxida.

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